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Desde sus inicios, se ha acostumbrado considerar el psicoanálisis, en cuanto práctica, como apolítico. Esta perspectiva no solo es problemática, sino que es simplificadora en muchos sentidos. Por un lado, confunde la política con sus formas contingentes y partidistas. Por otro lado, identifica lo poco de político reconocido en el psicoanálisis con las opiniones ideológicas de sus agentes.A partir de la facilitación de la enseñanza de Lacan, especialmente desde su promoción y tematización de la categoría de discurso, el presente artículo intenta restablecer el lugar del psicoanálisis en el lazo social, su relación específica con lo político y la política, y la función del síntoma que se infiere para las dos prácticas discursivas: el discurso del amo y el del analista.