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Si bien a principios de los años noventa, en el contexto del colapso de las dictaduras comunistas, aparecía la hipótesis del fin de la historia y el triunfo de la democracia y los derechos humanos, la última década ha templado en gran medida este optimismo. Un viento de repliegue identitario, de populismo y de rechazo a los migrantes sopla sobre Occidente, en los Estados Unidos y en Europa. Y si bien los derechos y libertades fundamentales siguen estando en el centro de estos dos continentes que son emblema de los valores democráticos, es interesante observar que en Europa, por ejemplo, la defensa de estos valores debe a veces ir más allá de la etapa declarativa para seguir siendo eficaz. Jean-François Drevet insiste en ello en esta «Tribuna», mostrando cómo la Unión Europea aborda la cuestión de los derechos humanos en relación con sus propios miembros, los candidatos a la integración europea y los países asociados a su política de vecindad. Como señala, aunque la Unión Europea cuenta con instrumentos que son en principio adecuados para garantizar el respeto de los derechos humanos y las libertades, en la práctica está haciendo arreglos que podrían socavar su credibilidad en este ámbito.