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Después de un primer dossier «Cerebro y aprendizaje» (n.° 428), seguido de un segundo trabajo dedicado a la plasticidad del cerebro (n.° 431), Futuribles abre una tercera entrega de la serie «Cerebro», esta vez centrada en la interacción hombre-máquina y el impacto de las pantallas en el desarrollo de los jóvenes. Especialista en interacciones hombre-máquina, Laurence Devillers presenta aquí los desafíos inherentes al desarrollo de agentes conversacionales y otros robots equipados con inteligencia artificial, que interactúan cada vez más a menudo con las personas en diferentes contextos. Después de recordar cómo funcionan estos sistemas con capacidad de (auto)aprendizaje, insiste en la necesaria vigilancia ante posibles manipulaciones de las personas por parte de este tipo de interfaces (a través de nudges, en particular, técnicas de soft prompting). También muestra cómo se utilizan las emociones en las interacciones hombre-máquina (resortes emocionales, humor...) y presenta las herramientas disponibles hoy en día para evaluar la inteligencia artificial, o incluso compararla con la de los humanos (en particular la prueba de Turing y sus límites). En vista de los rápidos avances en el aprendizaje automático, Laurence Devillers pide que se elaboren nuevas pruebas para evaluar las capacidades de las máquinas, destinadas en particular a vigilar su capacidad para manipular a los individuos. Pues, aunque el progreso técnico es exponencial, la forma en que se aplica en la sociedad y en el mundo real sigue siendo, al menos por el momento, responsabilidad de los ciudadanos: corresponde a las personas determinar ahora los límites éticos y reglamentarios que deben regir la conexión hombre-máquina.