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Desde los años 90, los trabajadores sociales se movilizan en varios frentes a través de colectivos formados al margen de los sindicatos y las asociaciones. La aparición de estas estructuras no es tanto una crisis de compromiso sino un movimiento de continuidad que alterna períodos de flujo y reflujo, provocados por los contextos sociopolíticos y la recomposición de las políticas públicas que afectan al trabajo social. Sin embargo, el compromiso dentro de estos colectivos es más una expresión de la búsqueda de un sentido común que preserve la base identitaria de los profesionales que una alternativa a los marcos clásicos del activismo.