¿Es compatible el trabajo social con el racismo?
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El ideal del trabajo social es un antirracismo ideológico, arraigado históricamente en los valores humanistas y universalistas, que ha absorbido el antirracismo de la posguerra basado en el rechazo de la noción biológica de raza y el reconocimiento de la diversidad cultural. Se pueden distinguir tres aspectos esenciales, que no siempre están correlacionados: los discursos teóricos, las representaciones y las prácticas. Un trabajador social, cuyo sistema de valores es antirracista, puede inconscientemente transmitir estereotipos racistas. El racismo ordinario es la proyección imaginaria de una raza o cultura sobre individuos que pertenecen a un grupo minoritario. Está estrechamente relacionado con el culturalismo, que concibe la cultura como una realidad esencializada y le otorga un lugar desproporcionado en perjuicio de factores socioeconómicos e históricos. Esta interpretación dominante es compatible con el «neorracismo», que defiende una política segregacionista en nombre del reconocimiento de las diferencias culturales. En respuesta al pedido de un trato preferencial, el aparato estatal instaura la discriminación racista en la acción social. Así, hace retroceder la lógica de la asistencia a la de la acción humanitaria y tiende a criminalizar a personas cuyas condiciones de vida ya son frágiles.
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