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Las autoridades etíopes llevan varias décadas trabajando para modernizar la agricultura y convertirla en un mecanismo para industrializar y desarrollar el país. La economía etíope, aunque se pone de ejemplo en todo el continente africano, parece estar luchando por alcanzar este objetivo. Si la inseguridad alimentaria es una fuente de inestabilidad, las transformaciones agrícolas y su acompañamiento por parte de un Estado desarrollista omnipotente también resultan ser un poderoso vector de afirmación política. En este complejo entorno, el presente artículo repasa estas trayectorias de desarrollo agrícola, que están dando paso a nuevas formas de agricultura impulsadas por la inversión privada y el compromiso de los donantes bilaterales y multilaterales, y también a nuevas divisiones territoriales y a la redefinición de las relaciones de poder.