El juramento de Catón
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Todo soldado comienza su paso por las armas con un acto solemne: el enrolamiento. Independientemente de su nivel de estudios o de su forma de reclutamiento, firmará un documento que le someterá a un régimen especial y exorbitante de derecho común. El estatuto militar no figura, en efecto, en el Código Laboral ni en los estatutos de la función pública, sino en un código específico de la defensa, que prevé todas las medidas necesarias para garantizar «la defensa de la patria y los intereses superiores de la nación». Pero más allá de estas modalidades prácticas, ¿el enrolamiento militar no tiene que ver también con lo sagrado? ¿No es a la vez un acto administrativo y un acto solemne? Repasar algunos ejemplos históricos permite detectar este doble carácter en Occidente y, en particular, en Francia.
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