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La Nueva Fragua, que opera tanto en el ámbito sanitario como en el médico-social, ha hecho de la inclusión un factor de promoción de la salud mental. Los autores explican cómo, al reorientar una gran institución de lo que antes se conocía como “Infancia inadaptada”, esta asociación ha podido desarrollar una práctica de inclusión de los jóvenes a los que apoya en todos sus dispositivos. Describen, por ejemplo, las distintas etapas que han llevado a que unos jóvenes adultos con autismo sean incluidos en una empresa al tiempo que se benefician de un alojamiento propio, todo ello en el marco del derecho común. También se describen otras formas de práctica inclusiva, que van desde las unidades de enseñanza preescolar del autismo (UEMA) para niños con TEA hasta el desarrollo de un servicio de empleo con acompañado. Tener en cuenta la autodeterminación y los derechos de los usuarios conduce inevitablemente a ampliar el abanico de respuestas posibles, siempre que no nos limitemos al lugar de encuentro (servicio hospitalario, institución médico-social), sino que nos centremos en el itinerario y las expectativas de la persona, lo que requiere descompartimentar los sistemas y desarrollar asociaciones.