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Dependiendo de las circunstancias, los niños ocupan roles diversos en las guerras que han estado padeciendo desde siempre. En cualquier caso, están marcados por la posibilidad de su muerte, y el niño muerto provoca fascinación y aflicción al mismo tiempo. Las diferentes representaciones, colectivas o individuales, del niño muerto nos remiten a nuestra ambivalencia y al enigma del surgimiento de la vida. ¿Cómo puede el niño mantener y encontrar en él esta posibilidad de vida? El autor explora la evolución cronológica del niño, de la guerra al exilio, del exilio al campo de refugiados. Por lo tanto, actualmente, los niños refugiados son considerados sobrevivientes. ¿Cómo ayudarlos a construir su futuro? La tendencia actual de las asociaciones humanitarias es confiar en las capacidades de imaginación, comunicación y creatividad de los niños. Se propone un ejemplo, basado en datos de experiencias sobre el terreno evaluadas por el autor en los campamentos de refugiados congoleses en Burundi y de refugiados sirios en Jordania y Líbano.