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En una parte del territorio poblado por los Kabye, varios contextos rituales requieren estructuralmente la presencia de un niño que participe representando a alguien distinto a sí mismo. En los ritos de iniciación masculinos y femeninos, el niño o la niña debe representar al hijo o hija mayor (aún no nacido o nacida) de la persona que se inicia. En los ritos agrarios, un joven ocupa el lugar de un sumo sacerdote encargado del culto a las divinidades del territorio: así, sustituye a la máxima autoridad religiosa local. Durante un rito para apaciguar a un espíritu del río que está causando problemas en la vida de una persona, se incluye a un niño para representar al cónyuge del beneficiario del rito. Partiendo de una discusión sobre la noción de «condensación ritual», sopesada con las de co-membresía y co-participación, y aclarando la relación entre sustitución y mediación, el estudio de estos diferentes rituales conduce a la hipótesis de que, aquí, la sustitución compensa las ausencias construidas para dar paso a una infancia mediadora que no se reconoce legalmente como capaz de iniciativas rituales efectivas.