La orden de casarse
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En el curso de mi encuesta sobre las parejas binacionales frente a la política de inmigración que ha llevado a cabo Francia durante los últimos diez años más o menos, conocí a muchas parejas del mismo sexo y de distinto sexo. Estas parejas a menudo se enfrentan a diversos obstáculos y dificultades cuando se casan/hacen pareja de hecho o solicitan un permiso de residencia para la pareja extranjera. Desde 2003 y con la llegada de Nicolas Sarkozy al Ministerio del Interior y luego a la Presidencia, la política de inmigración desconfía cada vez más de estas parejas. Se sospecha que no están enamorados sino interesados, que quieren casarse sólo por los papeles. Sin embargo, las parejas binacionales –formadas por una persona de nacionalidad francesa o europea y una persona de nacionalidad de fuera del espacio europeo– están obligadas a casarse o a hacerse pareja de hecho [PACS] si desean vivir juntos en Francia y regularizar la pareja extranjera en situación irregular. En otras palabras, la cohabitación y el matrimonio o unión civil (PACS) dan la posibilidad, en teoría, de obtener un permiso de residencia de «vida privada y familiar» que permite permanecer en Francia y trabajar. El mecanismo de sospecha, unido a la orden de casarse y vivir en pareja, funciona por lo tanto como regulador del matrimonio (control de los «falsos» matrimonios) y de la sexualidad (institucionalización obligatoria de las uniones, de acuerdo con las normas de la heterosexualidad reproductiva). La entrevista que sigue nos presenta una trayectoria particular, pero a través de varios aspectos bastante ordinarios en el itinerario de las parejas binacionales. Con su humor y franqueza, Anita nos transmite el absurdo kafkiano de la situación que ella y su compañero están viviendo.
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