21

El origen militar de la tecnología nuclear hace de la opacidad una suerte de pecado original en esta industria. Las decisiones energéticas no están sujetas a ninguna validación democrática y las toma formalmente el Presidente de la República por sí solo, apoyándose en comités de expertos científicos a menudo implicados en el sector. Del lado de los operadores industriales, la invocación de secretos de seguridad o comerciales justifica el mantenimiento de una cortina de humo en torno al proceso de producción de la energía nuclear y la gestión de residuos. Así pues, la desinformación, el encubrimiento y la colusión de intereses prevalecen a pesar de los esfuerzos de las asociaciones y de las catástrofes de Chernóbil y Fukushima. Tanto es así que incluso lxs apasionadxs de la energía nuclear consideran necesario dar la señal de alarma.