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¿Es posible dedicarse a la política y tener tiempo para uno mismo? ¿Cómo «dedicarse» a los demás, intentando mejorar su vida cotidiana, mientras se sacrifica la propia? Louise Dalibert muestra hasta qué punto las funciones asociadas a la condición de representante electo exigen una actividad y una disponibilidad constantes, lo que reduce enormemente el tiempo privado. Este compromiso excesivo se justifica por motivos vocacionales, mientras que el equilibrio entre costos y beneficios depende del apoyo de las personas cercanas al individuo y de su trayectoria profesional. La forma en que las personas abandonan sus carreras (ya sea porque se ven obligadas a hacerlo o porque así lo deciden) tiene una gran repercusión en la manera en que afrontan la ruptura y aprovechan el tiempo liberado, aunque la mayoría de los exrepresentantes electos siguen participando en labores de voluntariado en asociaciones y en política.