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El laicismo está consagrado en la Constitución y rige nuestra conducta pública y social. Es otra cuestión de convicciones íntimas entrelazadas con la dimensión psíquica, en una sociedad en la que reina el reality show construido como una deidad. Esta dimensión convoca la expresión de nuestra espiritualidad que a veces se ofrece en el altar del escenario público. Al hacer visible lo invisible, los nuevos comportamientos socavan las normas, las instituciones, los sistemas y los profesionales al servicio de los ciudadanos, y desintegran la forma en que vivimos juntos. La integración del hecho religioso en el acompañamiento clínico en la salud laboral en el servicio público cuestiona la colusión o el antagonismo y la anticipación entre los valores derivados del servicio público, la profesión y el hecho religioso.