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Expuestos a una violencia extrema en el curso de su viaje migratorio, los adolescentes exiliados han tenido que enfrentarse a una posición de soledad, a veces asociada a un salto al vacío, con el riesgo de encontrarse fuera del mundo. Estas experiencias llevaron a una ruptura de los contenedores intrapsíquicos, intersubjetivos y transsubjetivos y a una ruptura del trabajo de historización. El tiempo psíquico de la adolescencia queda entonces suspendido, aplastado, lo que deja una brecha entre la infancia y la edad adulta e impide al sujeto ocupar posiciones identificatorias en una dialéctica entre permanencia y cambio. El grupo mediado por el photolangage (fotolenguaje) se concibe como un dispositivo que favorece la figuración del trauma y la rehumanización del vínculo con el Otro humano adulto, apoyándose en el grupo como figura de ayuda.