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Aunque la acción voluntaria es ignorada o no reconocida en nuestras sociedades, no es menos real. El trabajo del autor como psicosociólogo le ha llevado a intervenir en el sector de la acción social y a acompañar a actores y estructuras en tiempos de crisis y a largo plazo. Los voluntarios están sometidos a tensiones en diferentes registros: psíquicamente, se debaten entre la gratuidad de su compromiso y sus propios intereses; las relaciones con los empleados son delicadas, sobre todo en el papel de empleador; las referencias democráticas dejadas de lado en el funcionamiento de la organización abren la puerta a una gestión tecnocrática en la que se pueden olvidar los objetivos institucionales del proyecto de acción. Estas dificultades pueden desanimar al voluntario y mantenerlo en un papel secundario en el que puede ser utilizado, pero estos obstáculos también pueden superarse. La intervención psicosociológica puede ayudar al voluntario a valerse de su propio pensamiento, a desarrollar la autonomía de acción y a aceptar ejercer la autoridad que le corresponde en un papel de liderazgo democrático.