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El sufrimiento de Santa Teresa de Lisieux nos hace comprender que el pensamiento es deseo, y que este deseo nos transporta de repente a la verdad. Existe ciertamente un vínculo paradójico entre el ímpetu de su deseo y la realidad de la impotencia de Teresa. Pero la propia estructura de este yo desgarrado deja lugar a la confianza. Hay que entrar en este orden de confianza para comprender que conduce a un Otro. La experiencia de esta relación, en la entregar, abre un camino hacia la realidad.