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El artículo se centra en un dispositivo para la educación terapéutica del paciente, concebido e imaginado por un médico libertario, que se remite al marco pedagógico del maestro ignorante de Jacques Rancière, para romper radicalmente con los códigos tradicionales de las relaciones médicas y borrar cualquier forma de imposición de un biopoder. Analiza específicamente las ambigüedades que se derivan de este dispositivo: aunque el espacio de participación de este sistema de atención alternativa tiende a reducir la asimetría de la relación médica, sólo emancipa a los emancipados y no logra romper completamente con las formas de dominación médico-paciente. El igualitarismo de Rancière es confrontado aquí en efecto a la prueba de la práctica y de la responsabilidad médica, y requiere continuos compromisos con la institución hospitalaria. Sin embargo, el margen de maniobra que deja la institución hospitalaria refuerza al mismo tiempo la naturaleza transgresora y fuera de norma de este sistema.