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Este artículo analiza la práctica de enterramiento de los migrantes etíopes entre ciertos traficantes yibutianos. Se basa en datos empíricos recolectados entre contrabandistas entre 2016 y 2021. La muerte de migrantes en el camino hacia la península Arábiga se está convirtiendo en un problema político y social para la población local y el Estado. Los cadáveres son enterrados por los contrabandistas, lo que alivia a las autoridades públicas. Esta gestión permite entonces a los contrabandistas, que se han vuelto inevitables, un margen de maniobra para negociar su presencia y perpetuar su actividad. Esta tanatopolítica tiene, pues, consecuencias para quienes siguen vivos: el estrechamiento de la brecha entre las esferas lícita e ilícita, así como la evolución de la ética de los contrabandistas en torno al deber funerario.