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La ruina de las ideologías del siglo XX llevó al renacimiento de las pasiones identitarias que ha dado lugar a un nuevo régimen político, la democratura. Inventada por Vladimir Putin en Rusia, exportada a China o Turquía y declinada en forma de democracia iliberal en Europa del este, la democratura se caracteriza por el culto al hombre fuerte, el rechazo del Estado de derecho, el control estatal de la economía y la sociedad, la propaganda de masa y la represión selectiva. Las democraturas se oponen frontalmente a las democracias, cuya crisis explotan tanto a nivel internacional como bajo la presión interna de los populismos. Sin embargo, su avance oculta auténticas debilidades, que se derivan de la falta de garantías de los derechos individuales. El reto que constituyen las democraturas es hacer una vez más de la libertad política el principal desafío del siglo XXI. La supervivencia de esta última, en la era de la historia universal, dependerá de la capacidad de la democracia para reinventarse.