Oncológicamente correcto
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Una determinada concepción del lenguaje se ha impuesto progresivamente a nivel institucional y en la literatura científica para producir una visión unívoca de la salud: como una verdadera «policía de las palabras», utiliza el desvío de las consignas, de los eslóganes, de los estereotipos y de las sentencias perentorias. La oncología, los cuidados paliativos y el dolor (crónico) son ejemplos paradigmáticos de ello. Lo que desaparece en esta operación lingüística es, al mismo tiempo, tanto el negativo constitutivo del pensamiento como el lugar que se hace para lo irreparable, lo irreductible. Lo que desaparece en última instancia es el hombre «ontológico» hasta el punto de ser incluso, en versiones extremas, conminado a «triunfar en su muerte», como si fuera una representación. Nuestra hipótesis es que se trata de una «obstrucción»: en una época de «incomodidad en la simbolización», donde prevalece una retraducción por la lógica tecnológica y de gestión, los enunciados del pensamiento «común» obstruyen el vacío. Como si, habiéndolo perdido todo, sólo tuviéramos «estas pocas palabras para encontrar un terreno común». Queda analizar el posible efecto de alienación de este discurso en todos aquellos que están expuestos a él (paciente, personal médico, allegados).
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