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Aunque el fenómeno de la expansión urbana se ha estudiado desde principios del siglo XX y sus consecuencias medioambientales son conocidas, las políticas públicas destinadas a controlarla resultan claramente ineficaces. La imprecisión de las definiciones generalmente utilizadas, el hecho de que el debate público y científico se centre en las grandes metrópolis y en los países desarrollados, así como las cuestiones relacionadas con la aceptabilidad social de las políticas, son responsables de ello.