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El deporte es inseparable de los medios de comunicación que le dan vida y aseguran su espectacularización. A lo largo de la historia, la prensa, la radio y especialmente la televisión desviarán el contenido y los valores del deporte en su propio beneficio. Al ser una vasta empresa de promoción publicitaria y política, el espectáculo deportivo se ha convertido en una colosal apuesta económica. Entre los derechos de televisión negociados por las cadenas y las repercusiones financieras que implican para las empresas deportivas, los intereses se entremezclan y dan lugar a todo tipo de excesos. Pero esto sólo afecta a la élite del deporte. La mayoría de los practicantes, los aficionados, están prácticamente fuera de esta burbuja que exacerba la competencia a todos los niveles, paralizando el sentido crítico. El dopaje, la corrupción, la recuperación política y el idolatrar a los atletas han llevado a una visión truncada del deporte, espejo de una sociedad en la que el individualismo y el dinero han primado sobre la «belleza del gesto» y el juego limpio.