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El carácter inusual de la teoría de Rousseau sobre el origen de las lenguas radica en su dimensión decididamente antiutilitarista. Lejos de ser, en efecto, la consecuencia mecánica de una necesidad de los seres humanos de reunirse, las lenguas, por ser para Rousseau las expresiones de los sentimientos y las pasiones que nacen de un comercio completamente diferente entre los seres humanos, provocan una verdadera ruptura simbólica que instituye a la sociedad únicamente sobre la superación de las contingencias. Así es cómo Rousseau hace una antropología, identificando, en esta obligación inaugural de separarse de uno mismo, el fundamento del lenguaje y del don.