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Según la tesis particularista, construir una democracia de alcance cosmopolita es una quimera. Porque la democracia se basaría en el hecho de compartir una identidad colectiva particular, que sólo podría construirse en contraste u oposición a otra identidad colectiva. Dado que la humanidad es una identidad que lo abarca todo, y ningún Otro constitutivo la enfrenta, sería incapaz de atraer la adhesión de sus miembros. En este artículo, sostengo, a la inversa, que el concepto de hospitalidad abre perspectivas políticas que permiten conciliar la democracia cosmopolita con el reconocimiento del papel político del Otro constitutivo.