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En combate, las distintas instancias de mando no deben pasar por alto los efectos nocivos de la fatiga. En una unidad de infantería, la gestión de la fatiga en el tiempo es colectiva. Solo la posibilidad de sustituir a cada soldado por otro, que sea al menos igual de competente, permite mantener el potencial de combate de la unidad. Esta capacidad de sustitución de cada soldado se sostiene sobre una densificación de la formación, de modo que cada sustituto pueda formarse al mismo nivel que el titular. Además, tal densificación permite incrementar la intuición a la que los combatientes pueden recurrir en situación de fatiga.