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Las situaciones en las que no se consigue dormir bien, aunque haya necesidad, suelen ser consecuencia de un exceso de activación durante la jornada precedente (calor, ejercicio excesivo, miedo…) o de un entorno agresivo durante el sueño (calor, frío, ruido…). El mal dormir también puede explicarse por excesiva reactividad del individuo ante un entorno moderadamente agresivo. La calidad del sueño, reflejo de la interacción entre el individuo y el entorno, está por tanto mediada por el estrés. Las contramedidas dependen, así, del contexto y de los mecanismos del insomnio y pueden combinar nuevas tecnologías y recetas ya conocidas.