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Es común ver en el rechazo por parte de Carl Menger del uso de las matemáticas solo una particularidad anecdótica que lo diferencia, exclusivamente en la forma, del análisis marginalista de Léon Walras. Demostraremos en este artículo que, en última instancia, el rechazo de Menger a las matemáticas (de cierto tipo) es una decisión coherente que se justifica perfectamente por la visión de la realidad económica que el autor trata de hacer inteligible y por el método que considera apropiado para este fin. Algunas de las herramientas disponibles hoy en día, las herramientas de complejidad, parecen estar bien adaptadas al pensamiento de este autor y permiten su renovación. Proponemos un esquema general de un programa neomengeriano anclado en la economía de la complejidad.