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Un pueblo de la región de Castilla y León, marcado por la emigración importante de los años 1950 y 1970, está hoy atravesado por enfoques divergentes de la historia. Por un lado, una investigación académica, que ha recogido historias de vida y desenterrado una historia local de la dominación franquista (Iglesias Ovejero, 2016) y, por el otro, un grupo (formado tanto por residentes como por emigrantes) que considera que el silencio sobre estas fechorías es preferible, ya que su evocación probablemente reviviría los conflictos fratricidas. Paradójicamente, este silencio implacable testifica una memoria viva. Sin embargo, como señala Moro (2002) con respecto al enfoque transcultural, los descendientes de migrantes deben reconstruir una historia familiar; ya que sus efectos afectan a las personas, incluso si viven en otro territorio. Sobre la base de entrevistas orales y observaciones implicadas, la investigación se lleva a cabo mientras se exhuman los cuerpos de los «desaparecidos» enterrados en una fosa común. Se centra en las cuestiones que hoy en día están en juego en la evocación o el silencio sobre la historia de la represión franquista en la región, pero también a través de la movilidad de los residentes y sus descendientes.