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Si la identidad de género es para cada persona una experiencia personal e íntima, pero también social, su expresión, y en particular la transición de género, debe vivirse también como una experiencia en familia, y, en efecto, toda la familia está en transición, e incluso en las transiciones –en plural–, cada una de las cuales tiene que ver con algo que también puede ser fuente de angustia, ya que puede llegar a fracturar lo que había de sí en el otro. Las transiciones de género pueden asociarse en determinados momentos de la vida con un estado de «crisis subjetiva» tanto para la persona trans como para sus seres queridos. Este pasaje, aunque puede ser doloroso y desestabilizador, también tiene las virtudes de toda crisis, es decir, llevar al individuo más allá de su familia y de la sociedad en general a cuestionarse, a abrirse a otros horizontes. Desde una perspectiva psicoanalítica, proponemos, con la expresión de la demanda de estas familias como punto de partida, algunas pistas para pensar a partir de la experiencia clínica escuchando a las personas afectadas.