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La evocación clínica de una cura a través del psicodrama cuestiona el aporte de los recursos figurativos del «personaje» en escena. La relativa inconsistencia, tanto transicional como ficcional, posibilitaría un encuentro mesurado con el objeto, asegurando la constitución específica de diversas triangulaciones que brindan la posibilidad de devenir «uno» para luego poder ser «dos». Portavoz y provocador de afecto, permite, a la vez, un cuerpo a cuerpo renovado, precioso atractor figurativo de la transferencia. Introduce a la dualidad de la bisexualidad psíquica, estructurante en cuanto límite, al mismo tiempo que a la diversidad fecunda de polaridades identificatorias de la escena primitiva.