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Implacable, la fuente excitada de la pulsión insiste y el estado límite, con sus excesos, demuestra la importancia de seguir considerando las necesidades y vicisitudes del desarrollo psicosexual. En esta perspectiva, la defensa del tiempo necesario –ciertas latencias, ciertos intermediarios indeterminados– y la de una terapia que pasa por una corriente suave, ese tiempo que forja, parece sintetizar los retos contemporáneos de la atención. La corriente suave constituye, en efecto, un modelo para pensar lo originario del funcionamiento límite tanto como los formantes relacionales de la atención institucional, pulsión de vida reanimadora del juego psíquico del paciente. En ciertas condiciones aquí consideradas, ella también justifica la pertinencia de mediaciones aptas al cuerpo del adolescente límite. Estas son representativas del tacto asistencial, la cualidad de acción portadora de inhibición que reactiva la capacidad de fantasear, el autoerotismo y la posibilidad transicional del paciente.