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Los psicoanalistas están cada más confrontados a patologías individuales que connotan un malestar colectivo relacionado con los excesos de liberación sexual, una ideología de nuestra época. La incapacidad de poder construir una relación de pareja o un modo de vida durable puede desembocar, en los estados límite, en una suerte de adicción a los viajes, a las aventuras sexuales o en una hiperactividad profesional. El encuadre analítico también lo padece, pero la experiencia clínica (en dos ejemplos evocados) muestra que los sujetos pueden integrar, más allá de una seducción patológica, otras fantasmas originarios del Edipo que están en falta: una escena primitiva más fecunda, una envoltura materna protectora y una castración simbólica que obedezca a un modelo paterno incorporado sin demasiados excesos autoritarios.