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Aunque estemos lejos de conocer todas sus formas, el trabajo temporal se utiliza en numerosas empresas tanto privadas como públicas. Basándonos en la forma que adopta en la función pública local, en este artículo nos proponemos ubicarnos del lado de las empleadas de un servicio de recursos humanos encargado de gestionar a las trabajadoras temporales que ejercen actividades de servicio con un bajo nivel de cualificación. Dichas empleadas, llamadas “gestoras”, que son responsables de la selección y distribución diaria de la mano de obra, se ven presas de múltiples tensiones que suscitan una inestabilidad y un malestar que tienen que superar. Al tener que movilizar y fiabilizar a las trabajadoras sin contratarlas directamente, respetar las reglas y suplir la carencia de éstas, desempeñan un doble papel de intermediarias del empleo y del Derecho. Para reducir la incertidumbre diaria mientras procuran dar un sentido moralmente aceptable a sus prácticas, las gestoras desarrollan varias lógicas de acción en sus interacciones con la mano de obra. Entre compromisos y acuerdos mutuos, lógicas de responsabilización y distanciamiento, inventan reglas en las que enmarcar su actividad y realizarla.