Cuidar, gestionar o tirar la toalla: Tres maneras de custodiar la noche carcelaria
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Una de las principales problemáticas de la jornada laboral del custodio penitenciario consiste en delegar el trabajo de reinserción y de gestión de la vulnerabilidad de las personas encarceladas a otros profesionales. De noche, la cárcel se vacía de los distintos actores exteriores y el «trabajo sucio» recae únicamente en los custodios. Esa generalización de un «trabajo sucio» que ya no se pueda delegar trae a la luz una polarización de las actitudes de custodia. Primero, la actitud estatutaria, que consiste en rechazar la labor de reinserción para preservarse y preservar el descanso propio. En el polo opuesto de esta falta de compromiso profesional se pueden distinguir dos tipos de oficio carcelero como misión. El primero es la misión de seguridad, que se elabora en contra de la idea de una población penal vulnerable y hace hincapié en un concepto de las personas detenidas como individuos que aprovecharían la noche para desarrollar actividades ilegales. El segundo es la misión de cuidado, que al contrario se apropia de la labor de reinserción y de gestión de la vulnerabilidad nocturna para ennoblecer moralmente la misión profesional de custodia. Como no tienen una verdadera formación para esa misión de reinserción, los carceleros utilizan sociabilizaciones previas para conseguir producir una respuesta a la fragilidad nocturna de las personas detenidas y ubicarse preferentemente en una u otra de esas tres actitudes. Este artículo procura analizar parte de las regularidades que se pueden observar entre el pasado social de los custodios y la actitud de vigilancia que adoptan en la noche.
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