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A lo largo de la Tercera República, la Academia Francesa siguió siendo una institución dominante en el ámbito de la producción cultural. Sin embargo, sus cuarenta miembros encarnaban, en palabras de Arno Mayer, una forma de «persistencia del Antiguo Régimen», como defensores de valores políticos y culturales contrarios al modelo intelectual, tanto republicano como laico, promovido por el régimen. Esta coexistencia nada pacífica puede remontarse a una particular convergencia de intereses entre el Estado y la Academia, por la que el primero se beneficiaba de la reputación nacional e internacional de la segunda y de su contribución a la construcción de la identidad nacional, mientras que la Academia, por su parte, obtenía un considerable prestigio social y autoridad moral de este patrocinio oficial. Aunque la memoria social ha canonizado a la Academia Francesa como institución literaria, nuestra hipótesis es que esta dinámica adquiere todo su significado a través del caso de la historia. A partir de una prosopografía de los historiadores de la Academia y de una base de datos de los premios concedidos cada año a los trabajos históricos, este artículo pone de relieve los rasgos característicos de esta institución, una contra-sociedad arraigada en el catolicismo, la aristocracia, el nacionalismo y el monarquismo, a la cabeza de un auténtico proyecto de contrahegemonía intelectual. De este modo, esta investigación arroja luz no sólo sobre una parte importante del ámbito cultural de ese periodo, sino fundamentalmente sobre una institución política olvidada por la literatura histórica a pesar de su papel crucial en las «guerras culturales» de la época.