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Según Julián Marías, en cuanto Ortega reflexionó detenidamente sobre la fenomenología, la superó en su cualidad de filosofía idealista, en su afirmación de la conciencia como realidad absoluta. La eliminación de la ejecutividad es ilusoria, porque la realidad en sí misma, y no su imagen o su concepto, es ejecutiva; cuando el fenomenólogo cree dedicarse a un yo fenomenológicamente reducido, a un yo-conciencia, es su yo ejecutivo, plenamente real, que opera con una imagen pasada de su yo, que también era previamente ejecutiva. La realidad de nuestra vida aparece bajo la ilusión de la conciencia.