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Las empresas se enfrentan a nuevas necesidades de formación y a las nuevas oportunidades que ofrecen las nuevas tecnologías. Esto implica un mayor potencial para el directivo en formación, en términos de personalización, acceso y valor de la formación ofrecida, pero requiere un nivel alto de autonomía para poder definir una dirección y un objetivo de formación específicos. El concepto de autonomía puede entenderse como una capacidad preexistente al inicio de la formación o como una competencia que se puede reforzar. El análisis de la literatura ha establecido una relación entre esta segunda visión y las competencias cognitivas. Esto implica la posibilidad de que los responsables del diseño de la formación basada en las nuevas tecnologías fomenten su autonomía, y por tanto la experiencia de aprendizaje, a través de la construcción de contenidos formativos dirigidos a desarrollar las capacidades cognitivas, metacognitivas y afectivas de los directivos.