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La piel del bebé prematuro, debido a la delgadez de su capa córnea epidérmica, lo expone al enfriamiento, la deshidratación, la pérdida de peso y las infecciones. La fragilidad de su epidermis puede provocar desprendimientos extensos y muy dolorosos. La inmadurez de las vías nerviosas que inhiben el dolor hace que el bebé prematuro sea hipersensible. La función táctil cutánea participa a través del tacto en la construcción de los primeros vínculos madre-bebé. El contacto piel con piel entre la madre y el bebé, el baño de palabras y el canto materno dirigido al bebé permiten tejer una piel psíquica, una envoltura dentro de la cual pueden desarrollarse los intercambios transubjetivos entre la madre y su bebé.