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La relación entre el bosque y la salud es objeto de representaciones ambivalentes que están arraigadas en una larga historia. Los peligros de la deforestación y la utilidad de las zonas boscosas en la lucha contra los «miasmas» y luego contra las «impurezas» son el resultado de un enfoque hipocrático que se reinterpretó a finales del siglo XVIII gracias a los nuevos conocimientos en química y biología. A partir de la década de 1970, la biodiversidad comenzó a tenerse en cuenta en la defensa de la conservación de los bosques como factor indispensable para la salud pública. Por el contrario, las amenazas provenientes de los bosques tropicales, que se conocen desde hace al menos tres siglos, y las zoonosis forestales, que se han identificado mejor en todo el mundo en los últimos decenios, constituyen el lado negativo de esta representación sanitaria del papel de los bosques. El análisis realizado en este artículo trata de mostrar cómo estas valoraciones opuestas son de hecho complementarias: cuando se conocen mejor los mecanismos de las enfermedades, la conservación de los bosques y su renovación se vuelven objetivos importantes para las poblaciones afectadas y los poderes públicos en las esferas local, nacional e internacional, a través de numerosos estudios científicos y la creación de organizaciones públicas o privadas. Francia todavía representa un papel demasiado pequeño en este ámbito. Echar la vista atrás para recorrer los últimos tres siglos nos permite comprender la naturaleza primordial de la demanda social, las representaciones culturales y el conocimiento médico en la aplicación de los baños de bosque y las políticas ambientales con fines sanitarios.