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Este artículo examina el lugar de la violencia sexual en las actividades cotidianas de la colonia del África del Sudoeste alemana. Siendo los actores más visibles del Estado, los policías aspiraban a vivir una masculinidad arraigada en las nociones de honor, marcialidad y profesionalismo. Su honor era al mismo tiempo el de todo el Estado colonial. Los actos de violencia específicamente masculinos, como la violación, cometidos por los representantes del Estado planteaban a este un problema para su legitimidad. En el caso examinado aquí, los representantes de la administración colonial expresaron lo que el honor y la camaradería significaban para ellos. Los debates sobre lo que significaba una conducta «honorable» eran siempre conversaciones sobre la naturaleza del Estado colonial y su programa.