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Durante la Segunda Guerra Mundial, Corea, Taiwán y Manchuria fueron movilizados por Japón. El colapso del Imperio japonés en 1945 dejó a los combatientes del período colonial ante un vacío de poder. En Taiwán, donde el poder chino no tiene rival, el legado japonés de la militarización se manifiesta en un alzamiento en el que los veteranos del ejército y los grupos paramilitares ponen en práctica su experiencia de guerra. En Corea del Sur, las tensiones políticas conducen a una guerra interna en la que entran en juego antiguos soldados coloniales y milicias de inspiración japonesa. En cuanto a los excombatientes de Manchukuo, se encuentran atrapados en una guerra civil en la que su ambiguo estatus es utilizado como arma política por los dos beligerantes.