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El trabajo se encierra casi sistemáticamente en el puesto. Esta prisión probablemente muestra las dificultades para trazar el rumbo de las alternativas políticas y sociales. Reducido a una relación económica y jurídica en el empleo, el trabajo pierde su significado antropológico y, por tanto, su legitimidad en nuestras sociedades. El artículo analiza esta situación y reflexiona sobre las formas de superarla, dejando libre el trabajo para una nueva civilización.