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La deshumanización presente en el proyecto genocida, así como el legado de un determinado acontecimiento traumático, conducen a una catástrofe en cuanto a la transmisión y la filiación. Sigue un impasse de los procesos de identificación y diferenciación a lo largo de varias generaciones. En este artículo se analiza la naturaleza de los obstáculos que dificultan el proceso de duelo, de separación y la investidura de la vida luego de una catástrofe social. A tal efecto, se dará cuenta del trabajo de subjetivación necesario para la apropiación de la propia historia y la de la propia familia con el objeto de emprender un proceso de separación/diferenciación. A través de un estudio de caso, el artículo demuestra la relevancia de un encuentro clínico «mediatizado» para la comprensión y la perlaboración de la vivencia traumática de una familia sobreviviente que vive junta. Se discutirá, en particular, la contribución de la fotografía como un primer intento de representación de los afectos y de puesta en funcionamiento de los procesos intermedios garantes de su simbolización.