El industrial y el político. ¿Quién teme a la industria en el París en el siglo XIX?
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La historiografía de París admite desde hace tiempo como algo evidente que la gran industria fue expulsada de la capital durante el siglo XIX. No fue el caso. La afirmación se basa menos en las estadísticas que en las relaciones entre los industriales parisinos y el poder político. Hasta 1848, los distritos centrales de París siguieron siendo barrios fabriles y las autoridades no dudaron en proteger y estimular la industrialización. Todo cambió con 1848: las autoridades políticas quisieron sacar las fábricas del centro por el peligro que suponían ahora los obreros que trabajaban en ellas. Pero en la década de 1850 sólo pudieron constatar el poco control que tenían sobre los industriales. El famoso episodio del conflicto entre el prefecto Haussmann y los industriales de la zona anexionada después de 1860 es un rebrote de este deseo de expulsión. Haussmann trató de imponer a corto plazo a los industriales los derechos de concesión vigentes en París. Pero en ningún momento la industria periférica estuvo sujeta a los plenos derechos del antiguo París. ¿Realismo económico por parte del emperador o miedo a las reacciones de los obreros a finales de la década de 1860? La cuestión fue decidida en 1872 por el nuevo Ayuntamiento de París, donde los intereses económicos estaban muy bien representados. Se llegó a un compromiso: la industria tenía que pagar, pero sólo unos derechos bajos, que no dificultaban su actividad. Esto no podía sino fomentar el desarrollo industrial de París, que alcanzó su punto álgido hacia 1900. En sus conflictos con la política, obsesionado por su miedo a los obreros, el industrial siempre fue el amo del juego en el siglo XIX.
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