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La hipermadurez intelectual, arraigándose en lo sexual, es interrogada en su constitución, sus funciones y consecuencias. Es considerada a partir de Ferenczi como la cara visible de una autoescisión narcisista precoz formada como reacción ante la seducción sexual del adulto y tiene por consecuencia obstaculizar el desarrollo de la sexualidad infantil. Partiendo del trabajo clínico con un adolescente, la autora muestra la manera cómo, un vez creadas las condiciones favorables para la emergencia de la transferencia negativa, para la activación del proceso pubertario, y la intensificación de la transferencia, se produce el desmontaje progresivo de la hipermadurez intelectual que deja ver, con violencia, la parte oculta de la escisión. La presencia de un entorno terapéutico presente y no invasor permite la constitución de apoyos narcisistas nuevos, sobre los que el paciente puede confrontarse con lo sexual y con la elaboración del Edipo sin recurrir a defenderse a través de la hipermadurez.