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El grupo terapéutico procede de un corte sobre el fondo institucional. Este espacio está garantizado por contrato y alianzas realizadas entre los dos fundadores del grupo, los representantes institucionales y los terapeutas: la cuna grupal institucional. En lo cotidiano, institución y grupo están sometidos a los efectos de presencia recíproca y con riesgos de confusión. Cuando una ruptura de este tipo amenaza el encuadre institucional, un trabajo de simbolización del límite debe efectuarse entre los dos fundadores para mantener lo invariable del encuadre. Esta regulación demanda la creación de dispositivos funcionando en red, incluyendo al grupo, a la institución y a lo extra institucional. La contenencia y el encaje de envolturas rencontradas permitirán al grupo de simbolizar su vínculo con la institución y afirmar su identidad. El ejemplo de una clínica grupal en institución de residencia ilustra los desafíos y los procesos de tal problemática.