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En Líbano, la identidad está fragmentada, dividida en dieciocho identidades confesionales, cada una de las cuales funciona renegando de las otras diecisiete. En un contexto así, es fácil que surja el fanatismo y el rechazo del otro diferente. En un plano más íntimo, el nombre propio contiene una condensación de sentido que se supone especifica la identidad de su portador y sus referentes identificatorios en cuanto a religión, comunidad y familia. Algunas personas, sin embargo, se atreven a desafiar la mentalidad de su entorno y la identidad fija que este les atribuye y buscan ayuda en el psicoanálisis para encontrar su propia identidad.