Retracción y envejecimiento
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La loción de retracción y envejecimiento se conjugan de diferentes modos y entonces están aclarados por sus diferentes aspectos semiológicos. La vejez es un período de la vida propicio a la retracción. Tras dar diferentes definiciones y temporalidades de la vejez, abordaremos las diferentes etapas y posibilidades de retracción. En nuestras sociedades occidentales, en la en las que la representación de la vejez frisa con la senectud beata, no tiene nada bueno ”envejecer mal”. Pues bien, la retracción está íntimamente vinculada al envejecimiento y a cómo lo vive socialmente éste. El envejecimiento sensorial puede desembocar en un aislamiento social y es importante paliar estos fallos sensoriales para seguir conectado. El sabor, el olfato, el tacto y el oído ya no son tan eficientes para mantener el vínculo relacional y las patologías de desaferentación contribuyen a reforzar la retracción social. Los enfoques neuro-desarrollistas subrayan que unos hipo-funcionamientos de los lóbulos frontales con anomalías disejecutivas como aquellos encontrados en las demencias fronto-temporales, conducen a retracciones patológicas como el síndrome de Diógenes. Retracción y rechazo son la clave angular de ese comportamiento trastornado. La degradación del cuerpo es parte integrante del proceso de envejecimiento. A lo largo de los años, esta involución está biológicamente predeterminada. El cuerpo que envejece, fragilizado, puede llevar a una sobreinversión hipocondríaca a expensas del mundo exterior e incluso a la retracción. Por fin la depresión y el suicidio son patologías frecuentes del sujeto de edad y desdibujan los contornos de una forma de retracción extrema.
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